sábado, 18 de septiembre de 2010

Vacíos que ocupan espacio

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Por favor señores, no crucen la línea amarilla del andén. Eso exclamaban  aquellos pintorescos guardias del metro con sus chaquetas rojas que les otorgaba la autoridad de empujarnos. La gente me llegaba a dar asco, el mundo en general, que de natural ya tiene poco o nada. Ya hemos dominado aquello por lo que ahora la relación no es con el árbol o el animal, sino con otro. Nunca habíamos estado tan juntos el uno con los otros y a la vez tan disminuidos esos extraños  a un completo vacío. Eran un vacío pasional,  no físico, desafortunadamente no. Algo así como un Dios, sí como un Dios que nadie puede ver pero que sin embargo chocas con algo que supones que es él al sufrir o al eyacular. Pero que importaba, si me posicionaba desde afuera yo también era eso, un vacío que ocupaba espacio. Y así éramos un conjunto de muchos vacíos que ocupábamos espacio, y contarlos era igual de innecesario. Iba pensando en los colores, lo recuerdo bien a pesar de que ya ni se hace cuanto fue. Curiosa ironía. Me fijaba en la línea amarilla ¿Por qué amarilla? ¿Acaso el amarillo tiene algo que diga precaución, que diga implícitamente no me toques? Probablemente no, pero  el hombre piensa eso del amarillo, o que el rojo es de liderazgo y el azul de amistad que se yo. Tanto vacío, tanta sensación de ser vacío para otro me habían traspasado mi subconsciente, era un sentimiento insoportable.  Todo está basado en cuestiones sociales pero no existe algo, un trocito de validez de por sí. Algo que si fuera hasta con los marcianos me dijeran que es así. Pero no, la muerte no más.
La muerte, sí, la muerte es lo único que prevalece. Estación “Los franciscanos” combinación con la línea 3. Al parecer me estaba quedando dormido. Que divertido ese sombrero. No había pensado en la idea de. ¿En que estaba soñando? Como sea, me debo apurar para la prueba. La prueba de “Paradigmas”. En que estaba pensando. Definitivamente ese sombrero se ganó el premio al más ridículo. No había estado nunca en estos trenes, supongo que serán de los antiguos. Hace calor. ¿Por qué doy esta prueba? Para pasar el ramo y titularme pues. ¿Para qué? Para trabajar, ganar mis billetes, alimentar a mis hijos, mantener a mis padres y así devolverles lo que ellos me dieron, mi vida. Yo no quiero eso. ¿Deuda? No existe tal deuda, yo no decidí vivir, yo no elegí que me sacaran a la luz, sin embargo, lo hicieron y ahora existo. No lo considero algo malo, sino como algo completamente autoritario, digo el no haberme preguntado. Mis padres, el estado, Dios, el destino, el caos confabularon contra mí. Hey no te pongas trágico ahora. ¿Trágico? Donde esta lo trágico, si existir es maravilloso, lo único que trato de decirme es que no me lo preguntaron, nada más se hizo. Si me dieron libertad en mi existir porque no me la dieron antes de existir.  Lo mismo la muerte. Es algo autoritario. Podría suicidarme entonces para romper la asimetría pero no. Sólo la realzo aún más, sólo estaría conformándome con un cebo de libertad pero al fin al cabo estaría cumpliendo con lo que teníamos que hacer desde que nacemos. No se siente en el suelo. Pero de ser así que nos queda, pues vivir, soñar, crear, actuar. Modificar la naturaleza en apariencia, para así creer que existe algo más. Restringir nuestras libertades como máxima muestra de libertad. No. Eso sería ingenuo y muy manso. Estación “Las camelias”. ¿qué hacemos? Me empiezo a sentir angustiado. Que desconsiderado ese tipo al no cederle el asiento a la señora, es ya muy vieja esa táctica de hacerse el dormido.  ¡Estas ventanas no se abren! Pero que pedazo de mierda. Me acuerdo cuando el flaco intento abrir la ventana de un metro y no podía, por lo que intento con más y más fuerza hasta que sacó la perilla de un viaje. Fue tan divertido verlo tirado en el piso con la perilla en la mano y la ventana aun sin bajarse. ¿Qué será del flaco? Podría ir a verlo. Estación “Martinez”, se les pide por favor tener cuidado con la separación del tren con el andén al bajar, muchas gracias. Tiene una agradable voz. Me parece que no debería. Estación “Los alerces”. No debería ir a dar la prueba. Como que no estoy de ánimo, tanto pensar me está mareando. ¿El flaco no vivía en la siguiente?  (…) Estación “Pedro de Lascivia”. (…) No lo hice.
Por qué no lo hice si nada tiene valor excepto estar con los que se quiere. Hemos cambiado ese fin por los medios que antiguamente usábamos para ello. Eso sí que es angustiante. Mejor me debería suicidar. A la siguiente me bajare y me tirare a la línea del tren. ¿No me crees capaz? Ya vas a ver. Estación “Tolabala”. A la siguiente, ahora sí que sí. Estación “Juarez de Inéz”. Maldición si es sólo bajarte y dar un saltito. La vida es algo insignificante qué tanto te puede costarte desprenderte de ella, sólo un segundo. Todo cambia, moriré y nadie se acordara de mi por siempre, todo perece, todo puede ser de otra forma, justamente como los nombres de las estaciones. Ya ahora vale, a la próxima me bajo. La próxima debiese ser… Estación terminal “La muerte”, todos los pasajeros deben descender. ¿Qué? Se abrieron las puertas y toda la masa de seres inexistentes e intrascendentes comenzaba a bajar despavoridamente. Al traspasar la línea amarilla, uno a uno comenzaban a caer sin vida. ¿Qué es esto? El del sombrero gracioso comenzaba a gritar –Hey, apúrate no te quedes ahí parado como si nada- Me moví a la derecha para que bajara y muriera al instante. Ya quedaban como cuatro personas esperando su turno, su posibilidad de bajar. Algunos bajaban por que la mujer de la voz lo dijo o porque tenían fe en que iban a llegar a su destino al bajarse en esa estación. Yo no entendía nada. Miraba aterrado como ya era el ultimo. Después la vocecita de nuevo diciendo –por favor, todos los pasajeros deben descender-. Lo repitió dos veces cuando se cerraron las puertas, yo aún no entendía nada. Se comenzó a mover el metro hacia la oscuridad mientras por la ventana veía como un guardia del metro con chaqueta roja venía con una carretilla donde iba apilando los cuerpos inertes para llevárselos a quién sabe dónde. Después se detuvo el tren cuando ya perdí de vista la estación y todo era una espesa negrura. Las puertas jamás se volvieron a abrir.

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