Estaba Dios sentado por algún lugar cuando entra el mismísimo diablo en persona a encararlo. -Dios, hagas lo que hagas los humanos dejaran de creer en ti. Ya encontré la razón, era tan pero tan sencilla.- Y comenzó a reírse fuertemente y secándose las lagrimas que le caían por el gozo sentido. Sin mucho entender, este le preguntó: -¿Y se podría saber cuál sería esa razón?- A lo que el diablo le dijo sarcásticamente –¡Pero si se supone que tu eres el único Dios, deberías saberla!- A lo que este respondió un poco defraudado –Bueno pues como soy Dios te demostrare que aún así los hombres seguirán creyendo en mí, ya tengo a alguien con quien enseñártelo, has todo lo que tengas que hacer, yo sólo observare como pierdes tu apuesta como otras veces- El diablo, fastidiado con la respuesta, le respondió soberbiamente –Muy bien, que sea como Dios quiera ¿pero qué apostamos esta vez? Ya te he dado el placer del sexo, el vicio de los cigarros y la ilusión de bienestar del alcohol- Y luego de meditarlo muy bien, dijo Dios resueltamente –Pues que sea la satisfacción del éxito- ¡Hecho! dijo el otro de inmediato, ¡a cambio de la ceguera de los hombres entonces, como siempre! Y volviendo a reír se fue retirando lentamente, murmurando entre dientes su victoria.
Marcos, quien era el más bondadoso y más fiel de Dios comenzaba a ser puesto a prueba. Por qué un Dios tiene que demostrar algo es lo que todos nosotros no podríamos entender ya que sólo resultaríamos marionetas o hamsters encerrados en una vitrina para otro, pero Marcos era de aquellos que posicionaba su fe por sobre la razón, aquellos que simplemente no se preguntaban esas cosas. Un perfecto idiota, pero sin culpa. Era el más indicado para la prueba y Dios tan confiado estaba que ni siquiera le quiso advertir, sólo se dispuso desde la tribuna a observar como el demonio bajaba al mundo de esos bichos que reptan por la tierra de a dos pies. Como entretención previa, le comenzó a mandar millones de cartas a su casa con miles de cuentas impagas pero Marcos respondió de inmediato pidiendo un enorme préstamo al banco para pagarlas todas y después fue a la iglesia a dar gracias a Dios por que le aceptaron el crédito. Luego el patas negras se metió en la figura de su padre, diciéndole que era una basura, un imbécil y un bueno para nada, la gran deshonra para la familia, a lo que Marcos sólo calló y se fue a llorar a su cama en donde le dio gracias entre tanto llanto a Dios por entender que hasta los padres se pueden equivocar no sólo una vez. El diablo, ya cansado de este preámbulo decidió matar a su madre de una vez para que sufriera y quedará ideal para la prueba final, la estocada más dura. Marcos sufrió demasiado, no lograba entender como alguien como su querida mamá se hubiese suicidado de pronto sin aparente motivo, por lo que se comenzó a culpar a sí mismo, quizás él nunca le dio todo el cariño que se merecía se decía, pero luego de derramar la última lágrima y con ella la ultima flor en el foso, viendo las millones de lapidas del cementerio, entendió que no hay nada más común y natural que la muerte, que no hay ninguna razón para no desprender alguien querido de uno, por muy doloroso que sea, y al notar esto se vio maravillado y alabó a Dios. Maldita sea este ha salido bien duro de roer, pero ahora definitivamente que caerá, ahora conocerá Dios la razón por la cual el hombre dejara de creer en él, se decía mordiéndose los dientes atrás el diablo.
Marcos, unos días después, conocería a la que sería el amor de su vida caminando por la calle Esperanza una tarde de Mayo. Muy alegre y divertida movía su escote que cautivaba a cualquiera, pero claramente él no se fijó en eso. Ni yo sé muy bien en que se fijó, en una suerte de ironía contra este humilde narrador, ¿sería su mirada triste y lejana escondida en esos marinos ojos? ¿Esos secretos insondables que iluminaban el fervoroso deseo de atraparla para sí? ¿o el simple hecho de verla feliz? Mucho no importa para esta historia pues Marcos lentamente se fue reconociendo como enamorado y así fue articulando todas las posibles maneras de reencontrarla, de ubicarla en otro plano lejano al nuestro, en uno en que la vergüenza y la verdadera timidez se disiparan pero por cosas del destino todo ello se le fue pegando a la piel. Fue tallando un corazón de madera sin alguna razón consciente en un principio para calmar su pasión, hasta que con el pasar de los días fue naciendo un impulso mortal a regalarlo, no a otra sino a ella. Pero no podía, lo que una vez conoció de ella lo iba transformando, le iba cambiando su máscara de frágil humano, no le salía el valor, la voz. Tanta frustración de no poder decirlo, de no poder regalarse, carcomía ambos corazones que se fundían en uno sólo dispuesto a darlo todo por aparecer en las manos de ella. Hasta que un día encontró la forma; sabiamente lo envolvió en una caja de regalos y frente a la humilde apariencia de un regalo desinteresado, se lo dejó en sus manos casi olvidándose de lo que era. El único corazón que le iba quedando le palpitaba a mil por horas. Pero el diablo, quien había planeado todo esto, se reía de Marcos con mayor fuerza en la medida en que ella pronunciaba las palabras mágicas “no te puedo corresponder, yo no lo merezco”.
Marcos, días después, fue a la Iglesia buscando algún cebo que calmase el dolor agigantado que estaba sintiendo y le pidió a Dios que le hiciera entender como en todas las otras oportunidades ¿Por qué? ¿Dime Dios por qué mierda inventaste el amor si no puede ser correspondido? ¡Yo he hecho todo lo que me has pedido, nunca llene mi cabeza de malos deseos, ni tampoco se los deseo ahora a ella, nunca la ofendí ni tampoco hice trampa para conquistarla, sólo ilumíname con la respuesta, necesito saberla! Pero Dios, que se encontraba en ese minuto en el baño no podía atender a su llamado, ni tampoco lo hubiese hecho, ya que de lo contrario hubiese sido una feroz trampa a la apuesta y como “buen” Dios no podía permitirse tal cosa así que sólo se escuchó un silencio atronador en la Iglesia.
¡Púdrete Dios en tu silencio!
El diablo fue corriendo a la guarida de Dios y este saliendo del baño aún con los pantalones abajo dijo alarmado –No me digas que ese fue Marcos- a lo que el Diablo orgulloso respondió –Pues sí, ahí tienes al hombre más fiel tuyo, acabado por un amor no correspondido y lo más lindo de todo es que tanto el amor, como el hecho de no ser correspondido, no fueron obras mías, yo sólo puse las piezas en el tablero. Ahora Dios, que por fin te he ganado en buena ley toca que me des lo que tanto he deseado, y que como bien sabrás será la semilla de mi reinado- Dios, apesadumbrado y completamente decepcionado del género humano, le entregó el bien más deseado por Belcebú, la ceguera. Así el hombre fue destinado a no poder nunca jamás distinguir la amistad del deseo, una mera caricia de una insinuación, la amabilidad de una sonrisa de un total “te quiero”, confinándolo así a la constante vergüenza de nunca poder entender al otro, lo que por otro lado abrió a un sin fin de potencialidades nuevas sin lógicas, sin razón pasando a ser la locura, la felicidad, una verdadera opción. Marcos, que por fin ya no era tan idiota, entendió que al regalar aquel corazón de madera se liberaba de todo enamoramiento sabiendo, con gran júbilo, que hizo todo lo que en él dependía por conquistarla abriendo paso así a la libertad del único y real corazón, él mismo. Fue a donde se solían encontrar siempre, en aquel "café de la verdad" un buen jueves por la tarde. La niña, sin entender nada, escuchó atónita como Marcos le agradecía y alababa por la enseñanza que le había dado ella gratuitamente. ¡Gracias!
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