Si buscamos la condición del hombre por medio de lo que puede hacer y no hacer, la historia ha demostrado que tiene un ilimitado campo de acción a excepción de algunas restricciones. Al igual que en las funciones para determinar su respectivo recorrido, primero debemos conocer el dominio de la función y restringirlo a su mínima y real forma de expresión, con el hombre si utilizáramos la misma metodología notaremos que existen dos grandes restricciones por naturaleza: por un lado, la de otorgarse la vida por sí mismo, y la de ser inmortal o de no morir.
La función del hombre, para ridiculizar un rato al sujeto, se vería profundamente afectada por estas restricciones a lo largo de su existencia pues son la propia oposición a la existencia de los entes.
Y se basan en dos elementos muy relacionados entre sí que en esta ocasión quisiera hablar con particular entusiasmo que son la libertad y la muerte.
Si nos preguntamos por la muerte, se nos manifiesta con una dualidad tremenda, por un lado tenemos que la muerte es algo necesario y universal para todo ente, pero por otro lado que es algo sumamente contingente y libre en potencia. No conozco algún caso de que un pajarito o un gato se haya querido suicidar. El hombre no puede ser más libre, siempre es libre de matarse ahora en este preciso momento acabando con su existencia. Pero algo notable, como danto ontogénetico, es que en su biología no hay forma de un suicidio voluntario, por ejemplo, al intentar aguantar la respiración se cae en un desmayo que evita la muerte ya que desmayado volvemos a respirar. Tan curioso es este dato, pareciese que algún Dios detestaba el suicidio pero le encantaba vernos morir por causas ajenas a nosotros y como no si en la figura del suicidio se encuentra el propio carácter de un Dios, y con esto no estoy tratando de elevarla idea a un plano sagrado pero transforma al hombre en un sujeto de plena voluntad, tanta voluntad que es capaz de eliminar su propia existencia, la voluntad de acabar con su voluntad, increíble. Muy interesante sería investigar acerca de la razón desde el enfoque del suicidio, me parece que los animales a los que se les suele posicionar como “inferiores” no tienen una concepción del suicidio, con la idea de decidir no tener que decidir nunca más.
Pero me gustaría volver al dato ontogénetico, si el hombre esta “creado” para no matarse biológicamente, este está empujado hacia el mundo para lograrlo, conseguir un cuchillo, atarse una soga al cuello son todas interacciones con el mundo que claramente hacen ver que el hombre y el mundo son tan indisolubles hasta la muerte al menos ya que aún no conocemos que habría, si es que hubiese algo más allá. No obstante, volviendo al terreno de la muerte como tal, el mundo justamente se nos manifiesta como ajeno en cierto sentido, si nos ubicamos en el caso de morir por vejez por ejemplo encontraremos que el mundo incluso si incluimos dentro de él al propio cuerpo biológico, nunca marchita al ser del hombre, sólo se cumple la segunda restricción ontológica necesariamente, moriremos algún día, sea por nuestra voluntad o no. Y cuando me refiero a voluntad me refiero específicamente al segundo concepto que quería hablarles, de la libertad.
Resulta interesante la frase clásica “Estamos condenados a ser libres” de Sartre, hay un sin sentido casi irónico en ella, pero si hondamos más aún en la libertad, como lo hicimos en la condición del hombre veremos que encontramos algo parecido. El hombre no fue libre de nacer o al menos no escogió existir, por lo menos es lo que sabemos en vida en caso de que salga algún religioso protestando de una libertad incluso previa a la existencia “terrenal”. Pero encontramos la misma restricción, resulta que nadie es libre de morir, quizás pueda ser libre al decidir morir pero nadie puede decidir no morir.
Por lo que recapitulando, estamos condenados a existir y morir, y mientras tanto a ser libres. La vida resulta muy efímera desde este punto de vista si es que previa a ella ya existe una obligación casi coactiva de “nacer” pero a la vez de morir en un futuro por muy libre que sea durante su vivir. Y si volvemos a alguno de los comentarios anteriores, estos tres elementos están claramente conectados. Somos libres especialmente porque podemos matarnos en cualquier minuto según nuestra voluntad (podríamos basarnos en que de un minuto a otro podríamos morir por una causa externa aún haber intentado el suicidio en el camino pero no va al caso), y al matarnos, es decir, al ejercer la máxima muestra de libertad casi divina, “acabamos” (entre comillas por lo inexacto que quizás pueda ser afirmar una cosa tal) con nuestra condena de haber nacidos, casi como en un contrato, en el que ambas partes acaban entregándolo todo. Yo tuve que nacer y ahora en consecuencia me toca morir.
Pero el hombre no acepta estas condiciones. Como he dicho en varias oportunidades, el hombre siempre intentara ser algo diferente a un hombre, como si supiera lo que es aquello. Nunca aceptara su restricciones y es bastante interesante preguntarse el por qué. Por qué el hombre vive intentando no morir, vive intentando no ser libre, vive deseando no haber nacido incluso algunos. ¿Qué consigue con ello? ¿A qué pretende llegar con ello? ¿Quizás sea un fin en sí mismo? Dentro de mi teoría de los solipsistas encontramos que el hombre crea diferentes construcciones sociales, en conjunto, con móviles muy variados a los sujetos pero si lo relacionamos con este impulso a no aceptar su condición, de ser un verdadero anarquista propiamente tal, encontraremos que todas estas construcciones obedecen a una respuesta ajena a la dada en sus restricciones. Tanto la religión (excepto las de india) como el Estado como los médicos o como los científicos hacen creer al hombre la apariencia de la eternidad, ya sea con la vida eterna o con la idea de Nación o de la “salvación biológica”. Más allá aún, si es que Hegel tuviese razón y todo se basa en cuanto esta uno dispuesto a sacrificar por ser reconocido por el otro, esto tiene una directa relación con la muerte, ya que en cierto sentido estoy cumpliendo con mi muerte esperada, de una forma un tanto planificada, con tal de ser reconocido tal como los griegos incluso de antaño buscaban como un ideal. Para evitarnos todo el horrendo problema sin respuesta concreta del solipsismo constante, nos coaccionamos, nos inventamos morales, nos oprimimos, nos quitamos libertad de voluntad para dar paso a la seguridad que nos ofrece una fe en algo más allá de lo naturalmente humano, en algo más allá del “meramente” morir. La coacción se vuelve legitima, la culpa y la discriminación social se vuelven una consecuencia lógica cuando aceptamos al otro, a la religión y al Estado como algo necesario. Situamos en el mismo terreno de la muerte a estas creaciones sociales, sin embargo, cuando estas se rebelan contra el hombre, o mejor dicho cuando el hombre se da cuenta de lo manso que fue al permitir todo esto sólo por el miedo a la muerte y el afán por perpetuarse y ser inmortal, es ahí donde reacciona y busca luchar contra ellas, eliminarlas. Pero luego el ciclo sigue, y el hombre pasa de sentirse oprimido a sentirse otra vez desamparado y solitario frente al vacío lleno de incertidumbres que genera la muerte y lo ininteligible, lo naturalmente necesario, la naturaleza desconocida como tal. El hombre no acepta esto, no puede ser un insignificante “hombre” ante tantas preguntas y vuelve a buscar respuestas sin conseguir mucho más de lo que ya había antes y vuelve a construir en conjunto enormes estructuras sociales que vienen a, aparentemente, dar solución a sus dudas y aporías, a darle estabilidad a esa pobre silueta rosada y desamparada que camina a la deriva sin recordar por qué estaba caminando ni hacía a donde iba.
2 Confutación(es):
Interesante
Saludos matias
Gracias por tus constantes visitas y comentarios, me hacen creer que no hablo al aire.
Saludos
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