sábado, 15 de mayo de 2010

Lo real es idéntico a lo aparente

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Puedo flotar, volar por lo más alto y cabalgar por el viento insondable que recorre  todo el bosque. Ahí  estaba él, columpiándose tras el manzano. Con su mirada mohína y perdida observando, tan sólo observando al vacío, a la ausencia y omisión de su ya antiguo amigo. Se afirmaba de las cuerdas que cada vez sonaban más, cada vez infundían más temor al caer. Pero eso no le importaba, ya que él se columpiaba en el bosque, se lamentaba y agitaba sus piernas para tomar más vuelo. Se arrepentía de lo que hizo. Lo observaba a la distancia, el ya no era visto, el ya se había evaporado; mientras él iba y venia en un vaivén rodeado por la brisa que llevaba hojas amarillas de otoño; el viento de esa época, como olvidarle. Por qué, por qué tenía que ser el, por qué. Se preguntaba cuando ya sentía tocar al sol que ya comenzaba a descender por el horizonte. Por qué. Lo observaba y se alejaba, se escabullía entre medio del manzano para luego acercarse demasiado e irse nuevamente hacia atrás. Las cuerdas comenzaban a flaquear lentamente, sin embargo, él no lo percibía. No así el otro, que ansiosamente miraba el espectáculo, esperando que en un determinado segundo cayera. El muchacho que cada vez se elevaba más alto, y más alto, hasta que saltó. Parecía flotar. Parecía que volase inclusive. Parecía que cabalgaba en el viento de otoño por el bosque entero, incluso por entremedio de las vencidas cuerdas que alguna vez habían servido para un columpio, amarradas hace años a una rama del viejo manzano; en el que hoy un extraño se había sentado a columpiarse ingenuamente.

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