-Esas cosas no se dicen- Nos solía decir el tío Abel. Yo no le hallaba la mayor gracia, después de todo era muy pequeño para entender ese tipo de cosas. Con el tiempo fui aprendiendo la gravedad del asunto. Le agarraba razón a sus palabras. Siempre lo tenía como un viejo loco a ese pobre tío Abel para luego darme cuenta que fue el gran inspirador de nuestras vidas. Bueno para Marta no tanto. Ella más bien quiso separarse de la familia. Inicio un proceso de aislamiento colosal. Su cuarto rosa, que con el tiempo pasó ser de un gris pálido, se fue llenando de telarañas y oscuridad. Mami Berta nos decía siempre que estaba bien que lo hiciera, que no era un buen ejemplo para nosotros así que mejor que se quedara ahí: -Por mí que se pudra allí si es necesario, uno debe pagar las cosas terribles que ha hecho en la vida y si no lo hace la justicia, lo termina haciendo tu conciencia- y luego se ponía fumar frente a nosotros. En cambio nuestro tío se preocupaba de como estaba mi hermana, él y solo él le daba comida por la mañana. Me acuerdo que cuando ya Nicolás empezaba a caminar Marta había dejado de comer. Los platos volvían repletos, intactos, fríos del cuarto. Yo en realidad no tomé atención esos días, estaba ya muy ocupado con mi examen de grado. Ya mi hermana era un recuerdo, ni siquiera eso, llegaba a ser una invitada en la foto familiar de hace ya 10 años. Yo era muy chico en ese entonces y nunca había entendido que había hecho para querer morir en dicho lugar. Me acuerdo que antes era una chica alegre, de un carácter firme, con una personalidad que ni te imaginas, figurate que hasta quería ser presidenta algún día y muchos lo veíamos bien viable. Nunca había sido un bicho raro. Quizás un poco hiper activa pero nada fuera de lo común. Mi tío Abel siempre nos decía que era una belleza de persona, parecía tener alas de lo buena que era. Y luego, cuando recordaba el suceso, se le ponía la cara triste, sus ojeras se le notaban como dos grandes cuevas lúgubre separadas por su nariz ya bien marchita por los años. Y claro Mami Berta partía con sus discursos de que era una ingrata, que se lo tenía bien merecido, que la había defraudado, etc. A veces pienso que si mi hermana hubiera sido como todos, nada de lo que paso hubiera sucedido. Primero fue Nicolás, ya tenía sus diez años cuando enfermó gravemente. Bastaron unas semanas para fallecer en su cama en forma de auto. Mi madre lloraba desconsoládamente, lo agitaba y lo agitaba pero no había respuesta. Todos estábamos muy tristes, fue un golpe muy duro para ella. Pobre de mi vieja que luego de unas semanas murió también de la pena. La pobre ya no tenía lágrimas para llorar y maldecir. De ahí mi papá comenzó a darme de todo. Casi como en un intento de consolación por lo perdido. Me decía siempre -Tu madre, tu hermano, solo me quedas tú, por eso te mereces de todo- Que habrá creído el viejo canoso de mi padre, qué con cosas iba a salvar a la familia, ojala hubiera sido así. Mi hermana por esos días ya no hacía ruido. De hace rato que todos la dábamos por muerta, pero nadie quería entrar. Ni siquiera mi tío Abel que ya cansado de recibir platos llenos le escribía poemas y cartas que misteriosamente aparecían respondidas. Nadie las veía a excepción de mi tío que caprichosamente las tomaba apenas salían. Mami Berta se ponía celosa constantemente, le exigía que la dejara en paz o se iba de la casa, sin embargo ninguna amenaza hacía que mi tío dejara esa rara relación con mi hermana. Hasta que ocurrió ese día. Ese maravilloso día. Luego que mi padre también cayera enfermo y muriera a los tres días, cuando yo estaba recién en primer año de universidad con una depresión enorme, hace 3 años. Me cuesta no llorar cuando cuento esto la verdad, pero es muy emotivo para mi tal suceso. Ese día mi tío Abel se decidió a entrar. Pasaron horas hasta que hubo un grito, de una mujer para sorpresa de mi tía y yo. Corrimos enseguida a la puerta, ubicada al fondo de la casa contigua al antiguo cuarto de mis padres. La puerta no abría. Con unas patadas la logre abrir. Y ahí estaba. Mi tío estaba pasmado ante la escena y mi tía rápidamente se acercaba a él asustada. Movía sus alas con gran elegancia. Era hermosa, angelicalmente hermosa. Se parecía mucho a mi madre. No se si era mi hermana ya, pero era bellísima. En sus brazos llevaba un bebé, muy parecido a mi tío y a mi padre. Ella, sin tocar el suelo, se acerco a mi tío, le entrego al niño y se fue sin decir nada. Su cuerpo desnudo me había dejado complétamente embobado y el niño ni hablar, era igual de bello. Lo nombramos Gabriel, en honor a su aparición, mi tía había parado de maldecir a mi hermana y ahora curiosamente no hablaba con su esposo. También ella murió a los pocos días tirándose desde un séptimo piso, fue horrible la escena. Gabriel fue la nueva luz de la casa. Nunca le quisimos contar de su aparición, mi tío sobre todo, se negaba tajántemente. El niño cada vez se parecía más a él, iba a ser igual de sabio e inteligente y eso me llenaba de alegría.
2 Confutación(es):
No leí el cuento. Es por otra cosa que te escribo, no me quedé con una mala impresión de ti porque te conosco hace más tiempo y se que no eres mala persona.. ahhh claro sabiendo que eres el más rico jaja.
Cuidate aweonao, suerte.
Notable. No hay palabras...
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