Apenas salía del colegio con Javier y Cristián, sus amigos de siempre, cuando empezó esa lenta cadena de sucesos absurdos e infantiles que siempre nos vienen a paralizar nuestras vidas. Conversaban de mujeres, un tema álgido en esa época, más aún si había por ahí algún amor imposible o una clásica cachetada mordaz que contar. Ese día era sobre Cristián, quién acababa de empezar su relación con Florencia, la bella y dulce Florencia. Sus pares lo felicitaron muy entusiasmados, llenos de alegría por su amigo, el cual se mostraba completamente diferente a como era hace unos años, un sujeto bien gris y amargo como en otro mundo, uno melancólico y solitario. Reían de las peripecias que hizo para conquistar la tierra prohibida, la piel de la encantadora mujer, esas cursilerías que le decía cada día y del insensato sometimiento que Cristián soportaba a veces. Burlas un tanto exageradas encuentro yo frente a todo eso. Pablo, un tipo de pelo castaño claro muy rutinario y serio, sentía un profundo dolor al ver la cara de su amigo enamorado, no sabía bien lo que era. Claramente, querido lector, que en él también había cierto ardor por la niña, la rubia de azulinos ojos, pero este si quiera se atrevía a pensarlo.
Tomaron la calle Libertad en dirección hacia el paradero de micros. La vereda era un tanto angosta y las paredes opacas, rayadas por autores anónimos que buscaban dejar alguna huella, tenían impregnadas un olor a orina inmunda sin contar lo múltiples semáforos caóticos, rejas oxidadas por el tiempo, locales de fritanga por doquier y edificios altos y oscuros de fondo, bastante derruidos por ese olvido continuo de la gente de sí misma. Poco quedaba de la calle Libertad de ayer, atrás quedaban esos aires una verdadera Libertad. Aunque ya Pablo estaba lejos de notar eso (tal lugar lo veía día tras día después de todo), el muchacho de ojos cafés estaba en otro mundo, se encontraba viajando por esos brazos níveos y delicados de la platónica y prohibida niña. Recordando aquellos juegos infantiles a donde iba a compartir con ella cuando niños, específicamente de la vez en que se cayó del columpio y él corriendo fue a…
-Ten cuidado Cristián, yo que tú me cuido del Pablo- Dijo burlonamente Javier jugando a balancearse por el borde del cemento. Al principio hubo un silencio. Luego un -Cállate oh, andai puro hablando tonteras, yo ya tengo una en mente. Y para que sepan, no es para nada tú mina, si esta es mil veces más rica que la Florencia- Dijo en un tono un tanto agitado y nervioso. A pesar de ello Cristián no quiso responder, en realidad lo sabía, conocía demasiado bien a su amigo para no darse cuenta de lo que pasaba. De ahí que la caminata se hizo molesta e incómoda con un silencio abrumadoramente obvio. Pablo no sabía que decir y lentamente con lo sanguíneo que era, se iba tornando como un tomate de la vergüenza. Por su parte, Javier parecía no haber captado que el rumor que le habían contado era cierto. Nunca esperaría que siendo uno de sus mejores amigos, osaría en mirar a la "Flor" con otra intención. Y un poco atrás se venía pensando Cristián, sintiendo una gran pena por su amigo, su novia nunca más tomaría siquiera en cuenta al Pablo, lo sabía muy bien pero aun así había algo que le hacía ruido de todo esto.
Pasaron muchos pasos y miradas esquivas por el frío pavimento cuando...
-Oh miren- anunciaba por fin Cristián viendo algo en una azul muralla de un edificio, un tanto más suelto y liberado al encontrar que decir. Efectivamente existía algo curioso que no dudaron en ir a mirar los otros. Infantilmente alguien había pintado con tizas de diversos colores un dibujo muy alegre y típico en los niños. Un sol sonriendo o más bien un circulo amarillo con una cara jovial, una persona café hecha de solamente líneas y unas nubes celestes también con una sonrisa enorme. El dibujo tenía su gracia, principalmente porque se encontraba en un espacio tan urbano y sucio como la calle Libertad, así que se rieron un rato y siguieron el camino, excepto Cristián. Quién con una mirada minuciosa investigaba las líneas y las sonrisas del lozano paisaje; le parecía muy bien ejecutado, casi como si algún Dalí o un Monart hubieran definido todo.
Pero la rutina debía continuar, así que para la casa compañeros.
Al día siguiente ya un tanto cansado luego de una clase de educación física feroz, Cristián se marchaba hacía su casa. Le dolía su tobillo izquierdo, el gordo Vilo le había golpeado duramente jugando a la pelota, era una bestia ese guatón pensaba el herido.
Le causaba un poco de curiosidad volver a ver la muralla del dibujo, había quedado con la sensación de no haber visto completamente la obra artística de tiza. Efectivamente seguía allí tal cual, pero no, espera así no era, había algo distinto en ella o al menos en los ojos del escolar. Como que notaba nítidamente ahora que los colores inundaban toda la muralla dejando una pintura ya no de niños si no de un tremendo pintor. La figura de la persona ahora tenía un cuerpo muy realista, con unos ojos cafés y un pelo castaño claro, su cara era un tanto alargada y muy pálida, tenía unas cuantas pecas en las mejillas y lo miraba en una alegre expresión. Parecía que la tiza ya no era tiza, sino algún oleo o acrílico muy fino, sin duda que era una obra maestra, digna de cualquier Luvre o Del Prado. Comenzaba, además, a ver un cielo cada vez más celestial, un césped tierno y suave que se movía con la brisa del viento cálido. Unas coloridas mariposas salían en los detalles de los magníficos tulipanes, al igual que unos enormes álamos crecían en el fondo del hermosísimo paisaje. Cristián ya alarmado, comenzó a mirar para todos lados a ver si alguien más notaba lo que él veía. Sin embargo, todos caminaban indiferentes como simples y antárticas marionetas, él era el único sujeto que lograba observarse.
Ahora el muchacho dibujado se movía, imagínate mi amigo, ¡moviéndose como un humano cualquiera! Sin perder nada de su realismo, de hecho se llegaban a mostrar sus músculos contraerse al comenzar su trote hacia donde estaba Cristián. Éste, en un gesto desesperado, se escondió en sus brazos creyendo que iba a golpearse con él, pero resultó que este se detuvo frente a él. Lo estuvo mirando un tanto decepcionado curiosamente mientras Cristián se maravillaba aún más con el detalle del muchacho, que debía tener su misma edad, además de su tan alegre rostro que le intrigaba su razón. Su mundo llegaba a ser luminoso y magnifico, casi en un idílico sueño de esos pocos que uno tiene en su vida. No dijo nada el niño de tiza, absolutamente nada, solo hizo una mueca de burla y miró hacia su derecha. De allí venía Florencia también hecha de coloridas tizas, sin dejar ningún detalle de su hermoso cuerpo fuera. Ahora ambas figuras ficticias miraban con una cara de intriga a Cristian, poco menos que analizando su rostro, su vida. Él era el observado y cuando cambia el observador, todo puede pasar.
Empezaba a notar que su Libertad ahora se volvía completamente gris, si es que alguna vez no lo fue tanto, y que cada elemento de la calle se tornaba oscuro y triste. Se nublaba el cielo y todos los negocios cerraban sus puertas. Corrió la gente en todas las direcciones, miraban al cielo preocupados, se avecinaba la tormenta de sus sueños. Pero Cristián ya no pertenecía ahí. Sonó un trueno atronador y comenzó a llover a cantaros, acompañado todo por un viento afanosísimo que se hacía escuchar. El sujeto y Florencia se ponían a correr por ese paisaje idílico sin ser nunca afectados por lo triste y deslucido del mundo "real". Se sentía agotado de observarlos, receloso de tal paisaje. Quería entrar, dejar toda racionalidad y recuperar lo que era suyo, pero ya el juego había terminado.
La lluvia llegaba a borrar toda huella o rastro de semáforos, de pavimento, de fritangas y de Libertad. Iba eliminando todo a su paso con tan solo tocar con sus gotas ese mundo, que se caía a pedazos cuando Florencia y el desconocido sujeto se besaban a lo lejos. Ya nada más quedaba, sólo una hoja en blanco y el pobre engañado mirando una pared. Ahí fue cuando una tiza humilde y frágil entraba en la descolorida pintura de un triste sujeto moribundo por el amor, para comenzar nuevamente el juego de crear y destruir de todos los días...