Andando tibiamente cómodo en el auto de mi madre, un Vitara 4x4, logre notar difusamente un señor un poco harapiento realizando una curiosa labor. Éste, con gran presteza, agrupaba sus cartones en una pila bastante omnipresente. Deberían haber sido al menos una docena uno encima de otro perfectamente alineados. El semáforo marcaba verde por lo que según la ley de transito debía avanzar, en consecuencia, lamentablemente lo perdí de vista. Un ligero sentimiento de compasión llegaba tardíamente después cuando ya estaba por llegar acá. Eso fue lo único entretenido de hoy viejo.

Era de noche y ya estaba helado el ambiente, debí mover mis pertenencias, mis reliquias, a otro lugar. Soy como las aves que emigran a sitios más templados, yo soy toda un grupo de esas. Así que tomando mis sagradas protecciones me dirigí a una intersección de calles cuyos nombres no recuerdo ahora, pero que por la disposición de los edificios, del tránsito y lo apacible de dicho lugar, es más ameno y apetecible para pasar la noche allí. Ya tenía las reservaciones listas, o al menos eso creía, ya que al llegar me encontré con ya todas las posibles habitaciones ocupadas. Una verdadera lástima. Así que simplemente tuve que ver lugar en otra estancia, ligeramente más lejos, pero igual de confortable que las anteriores. Mis tesoros los guarde en el velador y desarmando rápido la cama, me cobije en su interior. Estaba un poco helada, pero con la seguridad de que se calentaría con mi cuerpo, me dispuse a dormir en una posición fetal. Mañana iba a ser un gran día.
Tomé mis cartones tecnologizados. Ni te imaginas la maravilla de la ciencia. Mis pliegos contienen micro chips que hacen plegable o no mi casa, así muy fácilmente puedo transportarla de un lugar a otro. El experimento resultó todo un éxito, pase la noche en la calle, sí en la calle. fue un tanto deprimente y vulgar pero todo se vale por amor a las ciencias. Agrupando mi mayor invento en un sector, debían quedar perfectamente alineados, soy bastante detallista. Tanto así que la representación de un mendigo medio loco me salio perfecto, sobre todo el difícil vestuario que me tocó buscar. Estoy seguro que estas casas de cartón plegables será la solución a la vida de los pobres y en cierta forma para mi también. Me llena el espíritu hacer este tipo de obras benefactoras. No me imagino como los otros adinerados pasan cerca de uno y no hacen nada, en cambio yo, practicamente, doy soluciones. ¿Qué mejor? si lo que necesita Chile son soluciones. Eso pasó en mi excursión por Amunátegui, una calle del sector pobre de Santiago. Es increíble ver como la gente vive viejo, alarmante. Vive con miedo, como el que yo tenía. Quizás que me hubiera pasado si no me hubiera hecho pasar por pobre.
