lunes, 25 de abril de 2011

Sobre la "ideología" de Centro y la inevitable oxidación de la democracia

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Me gustaría que nos replanteásemos como se estructura la política, en Chile al menos, diferenciándola de inmediato de “lo político” que debiera ser lo que realmente nos importa, el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, pero no solamente eso sino también la disminución a la vulnerabilidad de las mismas, pero este es un tema que no quisiera abordar ahora dada la complejidad que implica.
Me gustaría hablar sobre la estructura política que existe hoy por hoy en donde seguimos dividiendo la sala entre la “izquierda”, el “centro” y la “derecha”, concepciones absolutamente anticuadas y que ya no logran ser un reflejo de cómo está la cosa actualmente, sobre todo cuando pensamos la política como una lucha de tendencias que ha sido la idea imperante en los últimos siglos pero que ya se encuentra completamente desgastada, principalmente por lo devaluada y transformada democracia en la que vivimos. Porque cuando hablamos de izquierda ya no tenemos claridad a lo que nos referimos con ese término, se han ido disgregando los partidos en sub partidos cada uno con sus distintas burocracias, que ya hablar de uno y de lo otro es cada vez menos preciso, sólo cuando se habla de propuestas concretas uno puede definir de que bando pertenece pero no existe un discurso articulador y se debe principalmente por la existencia de esta “ideología de Centro” que era de esperarse que surgiera de los sistemas democaticos pero que serán sin duda el factor decisivo en sus caídas. ¿Qué es esta ideología? Un pensamiento mediocre básicamente cuyo único valor defendido es el acuerdo o el contrato, algo propio del mundo empresarial, ya que su única intención es concertar pactos entre un partido y otro para generar treguas o consensos rápidos que permitan el avance de ciertas políticas o tendencias. En una democracia desgastada, los que gobiernan no son los elegidos por las mayorías sino aquellos que hacen creer que generan acuerdos entre una mayoría, esto genera que existan una disociación del Estado con la gente y con los propios partidos. Hoy no se necesita un partido para generar un impacto político sino una línea programática en que por medio de negociaciones inconscientes entre diferentes bandos, se convenza mediocremente a la gente que se está incluyendo y generando unidad ¿Pero a que costo? ¿Realmente se forja unidad o sólo incoherencias que venden más que un discurso consecuente?



Considerar la democracia como una lucha de tendencia, en su sentido más idealista y originario, implica que se diferencien las distintas tendencias a un punto en que se les consideren “contrarias”, de ahí la distinción de la izquierda con la derecha que resulta esperable pero profundamente inconsistente a mi modo de ver las cosas sobre todo porque siguiendo la lógica de la ideología de Centro, la cual carece de contenido alguno, sino que es una ideología basada en sólo un valor, el del acuerdo, con la única pretensión de llegar a la mayor cantidad de gente, se esta generando que las personas ya no logren distinguir las diferencias que existen entre un partido u otro, es así como la DC se funde con RN o podemos ver que para determinadas propuestas los comunistas estrechan mano con gente ligada a la derecha. Esta confusión refuerza la misma tendencia de centro ya que al existir esta nula diferenciación provoca que la gente se guie más por el carisma de los líderes que por los pensamientos que se supone que deberían representar. Esto es sumamente perjudicial si seguimos entendiendo la democracia como tal ya que en tiempos como los nuestros en que se espera que se instaure un sistema libre de votación con inscripción obligatoria genera incentivos a que la gente sencillamente no vote y esa es una realidad que es muy presente y que la gente no nota la magnitud del asunto, basta que averigüen cuanta gente votó el año pasado para darse cuenta que no es sólo alarmante la cifra, sino que demuestra e implica una serie de factores que me hacen temer de lo que pueda suceder más adelante. No en un sentido de que se venga el fin del mundo, pero si en el sentido de que se están generando las instancias para que lideres autoritarios lleguen al poder, por suerte tenemos un congreso “solido”, pero el hecho de que la estructura de la política haya cambiado a esta ideología basada en acuerdos o en pactos hace ya algunas décadas, está sacando a la luz una nueva forma de hacer política, la reconocida forma del díscolo. El hecho de que muchas universidades se estén forjando movimientos que básicamente vienen a reírse de los otros movimientos y de cómo se está haciendo la política demuestran la pérdida de esperanza en la configuración de la democracia actual, en el agotamiento de este imperio del mal llamado “centro” que ha planteado la interrogante por la diferenciación de tendencias que sería lo necesario en estos días, si es que nos ponemos en el supuesto que la democracia es el mejor sistema político hasta ahora. Así como muchas esferas de la sociedad han internalizado la lógica del mercado, la política no se escapó, por ello que de la libre competencia entre ideologías (que ha quedado demostrada que “libre” sería la peor palabra para denominarla) pasamos a un monopolio de las mayorías por este centro, que en su fin de concretar acuerdos renegó justamente el contenido, lo político, para afianzarse en el poder absorbiendo vagamente un poco de las demás tendencias algo sumamente dialéctico y casi marxista o hegeliano si se quisiese.
La defensa clásica del Centro frente a esto es básicamente que los extremos no son buenos para nadie, que el radicalismo de ciertas posturas enceguece a la gente y llevaron a estas a cometer los crímenes de las guerras mundiales o de la dictadura. Bajo ese discurso se ha instaurado la imagen del sube y baja de la política, en que si queremos crecimiento, necesitamos estabilidad, y la única tendencia política que lograría eso en teoría sería esta ideología centrista que se ubicaría al medio supuestamente entre ambas posturas. El gran error de esto es y que refleja lo ineficiente del término "centro", es que la estabilidad no se encuentra en los acuerdos concertados mediante negociaciones, es decir, no porque incluyamos en nuestros ejes programáticos algunas propuestas del contrincante le estaremos dando mayor equilibrio a nuestra propuesta sino que precisamente llenan de incertidumbre e incongruencias a todo el proyecto de determinado candidato o partido. Obtener equilibrio en una democracia, se logra mediante el respeto por la diferenciación política de hecho, el respeto en los resultados democráticos, es decir, de conseguir un triunfo electoral un determinado grupo, la mejor forma en que yo le puedo dar estabilidad al sistema es aceptando la derrota y no copiando o incorporando propuestas del rival, logrando así precisamente la diferenciación necesaria para poder distinguir la rivalidad existente. Pero cuando el fin se prostituye en pos de convencer a las mayorías en base a discursos neutros todo eso se va al carajo, y es lo más probable que suceda en todo los sistemas democráticos ya que al fin al cabo una estructura política sólo viene a solventar la pregunta ¿y a quién le damos el poder y cómo se lo damos? O sea que no viene a ser más que un método, impreciso pero validado aparentemente por la mayoría, de cómo distribuir este poder, entiéndase este como por la facultad de tomar decisiones, entonces es muy esperable que en un sistema democrático en donde todas las tendencias políticas desean instaurar su postura busquen los mejores medios para hacerlo terminando finalmente luego de una hiper-racionalización que inviertan el fin por el medio, llegando a imperar una ideología (que ya queda claro que de ideología tiene bien poco) que más que instaurar una tendencia, busca ganar elecciones siendo el mejor modo para ello el concertar acuerdos entre negociadores. Los invito a reflexionar principalmente, a encasillar las posturas políticas ya no por su aparente “radicalidad”, ya que sólo en la forma en cómo ciertas posturas instauran su pensamiento en la sociedad, por ejemplo con violencia o por votos, podemos definirlas como radicales o no, así hasta el partido más de centro puede ser extremista y autoritario.




La diferenciación debe radicar en su contenido por sobre todo y estos no debiesen por qué ser antagónicos necesariamente, ya que lo político no es más que lo que cada hombre cree ver al alumbrar una misma pared infinita con una vela, el pensamiento; cada persona ve ciertas cosas distintas pero de la misma forma logra ver dichas cosas, por lo que el hombre de centro, aquel que a pesar de que puede iluminar el cuarto, prefiere apagar su vela y escuchar algo a cada uno de los otros para así formarse una idea incoherente y nada de propia. El criterio de lo radical entonces ha sido un invento de la ideología del centro para ocultar la necesaria diferenciación que debiese existir en cada pensamiento político. Por último es importante destacar creo yo que esa diferenciación, no debiese ser entendida en términos confrontacionales, el hecho de que haya existido el comunismo y el liberalismo como exponentes de la guerra fría, como un mundo bipolar es sólo un hecho dado por el azar y no por ello vamos a entender que uno forja al otro y viceversa en términos de contenido. Más sencillamente dicho, el comunismo no defiende la idea de lo comunitario por estar en contra del individualismo del capitalismo sino que son posturas que surgen autónomamente pero que luego muchas veces se les considera como en función de la postura “contraria”, en ese sentido no podemos definir dos polos políticos sino una variedad de interpretaciones en cuanto al contenido de la sociedad que nos hacen creer a veces que el comunismo puede ser muy parecido al tradicionalismo campesino así como al anarquismo con el neo liberalismo de hecho. Es por ello que debemos superar la política anticuada medieval de la izquierda, derecha y centro, en ningún caso para llegar a una democracia oxidada por una ideología de centro mono-política sino, desde nuestra perspectiva, a una multipolítica que respeta las diferencias de contenido y las mantiene firmes frente a las elecciones democráticas.

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