No se si sea bueno o malo tener esa esperanza del entendimiento, es más bien como "saludable" o "útil" si lo quieres de ese modo como a lo Pascal. Es como Dios, estar despierto, vivir, etc. Y realmente es angustiante, nauseabundo, fatalista, o como quiera un filosofo llamarle a esa sensación que se te genera al develar el fin mezquino que hay detrás de esa esperanza. Es mejor creer en Dios que no creer en el, es mejor creer que estoy despierto que creer que estoy soñando, es mejor vivir creyendo estar vivo que andar muerto en vida, no sé, en el caso de que no existiese, de que fuese un sueño, de que si muerto estuvieras, no perderías nada, es más "sano" dicen, te felicitan y te dan una estrellita por pensar así... pero cuando lo decimos, al decirlo con esas palabras, me resulta casi que enfermante. Mejor creer que hay un otro con el que me puedo comunicar que no creerlo ¿por qué? "bueno porque no creer en ello es más angustiante aún"... ¿Pero realmente habrá una diferencia entre el revelado placebo y la aparente nada? La primera, cuando se manifiesta como tal, no arregla en nada a la segunda, sólo es un ornamento, una mentira piadosa, irónicamente, una mentira "entendible" pero que se torna en un sabor amargo, en un saberse estúpido, en un necesitado de algo, en un utópico inclusive. El cortometraje me deja esa sensación al menos, de un completo no entender el por qué, qué cresta intentaba decirse, qué simbolizaba cada imagen, cada secuencia. ¿Acaso simplemente era una parodia a un programa del National Geographic que en vez de estudiar a los animales salvajes, en sus hábitats naturales cazando sus presas en Slow Motion, en este se estudiaba al hombre, al hombre perfecto arreglando su corbata o quizás no? Y la duda punzante. Hasta el final claro... cuando se repite la frase en un eterno circulo. No obstante, paradójicamente, lo que llega a entender uno del cortometraje, al igual que el personaje con su vida, es la esperanza de alguna vez entenderlo... lo que entendemos por humano perfecto no es más que ese deseo por entenderse a sí mismo y toda esa vaina ontico-ontológica pero que no dice nada del hombre, sólo resulta ser un trabalenguas de los profesionales de la filosofía: el espectador cree haber entendido el mensaje de que el hombre espera entender alguna vez en su intenta de especializarse aun más. Llega a ser autoritario si se quiere, se zanja por "entendimiento" el que todos esperamos "entendernos" luego de unos días, pero basta preguntarnos por qué eso, salirse de lo obvio, como para parecernos un placebo ese ojalá entendernos. Incluso el "ojalá haya respuesta" no es una respuesta, es más bien una necesidad auto impuesta, un deseo oculto -que como todo buen deseo, remite a una carencia. Quizás esa es la angustia, el que a pesar de que el director al repetir la frase al final, dándole con ello un sentido al cortometraje, de igual forma se nos manifiesta como una aparente lógica que no proviene sino de nosotros mismos, lo que tiene evidente sentido ahora se nos manifiesta como un "se me hace sentido a mi". Anda a saber uno que quiso decirnos… la idea de que el creador, el artista, el cineasta, el escritor, yo mismo, Dios y tantos otros personajes que se situan de un modo aparentemente real ahí detrás de algo, quieriendo decir algo que podemos "recibir" o "entender", es una quimera. Si de algo se fundamenta todo es que no nos podemos dar a entender, no podemos nunca atravesar ni claramente fisica ni simbólicamnete la barrera de la alteridad a tal grado que ni siquiera podemos establecer con certeza tal distinción entre ese yo y tú... y volvemos al solipsismo. ¡No! Por favor no, nos decimos a nosotros mismos, nos da pavor ese cuestionar de raiz, lo encontramos inservible ¡Pues como no lo va a ser si es la contraposición radical a cualquier mera ocupación de la vida cotidiana! ¡Y quiera la verdad revelar el gran daño que le hace Husserl y toda la tradición posterior al llamarle por natural a esa actitud cotidiana! Se presta a confusiones tal concepto al asumir que es intrínsico del hombre el vivir atemáticamente, como si pudiéramos distinguir lo natural en el hombre. Pero mejor no detenernos ahí, creamos por necesario y natural ello, hablemos de lo obvio, total, es lo obvio. Situemos la derrota ante la duda del solipsismo como lo propio del hombre en vez de enfrentarla. Mejor conformémonos con lo que hay, una ilusión de la cual podemos seguir ilusionándonos, una viñeta cerrada en la que podemos seguir apareciendo, una jaula de hierro si se quiere que nos limita pero que nos protege de la duda, una sensación de algo diferente a mi que me hace sentirlo, pensemos mejor que si existe un otro que puedo entender. ¿Por qué terminar por el placebo, la esperanza, el calmante? Supongo porque me permite "acabar" este mamotreto de reflexiones vagas y "dormir"... Después de todo, como ya he dicho en otras ocasiones, pensamos para no pensar más.
¿El sujeto sin darse cuenta terminó encerrándose a si mismo en las estructuras que inventó o siempre lo estuvo sólo que no lo quería notar usando al idealismo como artimaña para negar toda dependencia con lo material y lo mundano o simplemente el hombre quiso y ha querido desde siempre sentirse así de constreñido (así de real) para desde allí volver a desear su libertad (su solipsismo irreal) en una eterna dialéctica sin sentido? Bla, bla, bla...
...
¿Encontraría a la Sociedad? ¿Y si mejor intentamos comprenderla desde lo a-social? Anda a saber tú si terminamos por encontrarnos con ella de chiripazo, en algún café, en alguna plaza, en algún solipsismo. Quizás nunca anduvimos buscándola, quizás nunca lo quisimos hacer, quizás sabíamos que siempre andábamos para encontrarnos sencillamente. "Así, paradójicamente, el colmo de la soledad conducía al colmo del gregarismo, a la gran ilusión de la compañía ajena, al hombre solo en la sala de los espejos y ecos" (Julio Cortázar). Después de todo, Soledad y Sociedad empiezan y terminan de la misma forma.
Movió lentamente la gran roca. Recogió
la bandeja. Sintió su hedor tóxico reinante en toda la cueva. Acostumbraba
dormir al fondo de la caverna, por lo que debía sortear primero todos los
obstáculos para poder llegar a él. Sería fácil dejar la ofrenda en su puerta,
pero se molestaba y de tal forma que luego agarraba a nuestros niños y los tiraba
al agua para que se ahogaran luego de revolotear sus bracitos débiles y cortos
por un momento. Mi niño, mi niño murió por sus terribles garras. Maldita
bestia, era tan feroz, grande y temible que intimidaba a todos menos a él. El
muy terco insistía que su plan iba a funcionar. Primero debía de estar atento
de no pisar ninguna hoja o algo que pudiese hacer un leve sonido, tenía buen
oído y se despertaba al menor chirrido y vaya que se enojaba cuando era
despertado. La gruta era oscura y tétrica como la noche, sólo había un orificio
donde pasaba un rayo de luz amarilla, sólo con esa luminosidad el valeroso se
fue acercando cuidadosamente, mientras observaba a la vez los cientos de libros
mordidos desparramados por todos lados, ya que curiosamente no se alimentaba de
hombres ni de ningún animal, sino de libros y mientras más antiguos mejor. Eso
nos obligaba a rendirle cada domingo una ofrenda de los diez de nuestros mejores
libros que se los devoraba al instante. Al principio era una exigencia más que aceptable, pero luego de que se nos
fueron acabando nuestros libros, nuestros hijos se volvían cada vez más
estúpidos, nuestras mesas cojeaban y se desestabilizaban y nuestros
conciudadanos no tenían con que limpiarse el trasero y todo se volvió un caos.
El valiente inconformista se ofreció a enfrentarlo y ciertamente logró llegar
hasta sus fauces con sus libros un tanto especiales. Su plan era envenenarlo
con un libro de Bakunin, con una portada falsa de Milton Friedman, su autor
predilecto. Debía esperar a que se lo tragara por completo de lo contrario el
veneno no surtiría efecto alguno y correr como pudiese de la cueva apenas se
diera cuenta del engaño. Se ocultó en una especie de armario de madera que
encontró a un costado de donde dormía la bestia. Pero como era hombre, como era
libre y a la vez no tanto, se impaciento y decidió despertarlo haciendo unos
leves sonidos con la boca. La monstruosidad no despertaba con nada y dice la
leyenda que aquel joven ya luego de horas escondido en el armario pego un grito
tan fuerte que se quedó hasta sin voz. Despertó tan enfurecida la bestia que
rugió con toda su fuerza volcando todo a su paso, incluso el armario, por lo
que nuestro héroe quedó al descubierto al instante por lo que se agarró con
toda sus fuerzas al libro. ¿Matías? Y de pronto la gran cueva se transformó en
un cuarto amarillo lleno de ropa tirada por el piso. La gran bestia se
transmutó en un hombre sencillo de pelo desordenado. La gran ofrenda se
convirtió en un café con leche y unas tostadas encima de una bandeja de madera.
Según el mito, el valeroso joven quedó encerrado en un aburrido mundo de
grandes y cada mañana de domingo rememora como se enfrentaba a la bestia al
dejarle el desayuno a su hermano. Nunca supimos más de él.
Estaba seguro que estaba por
algún lado de Providencia. La recordaba como con una gran estructura metálica
de color verde entrelazada por enormes vidrios por los cuales se dejaban pasar
los rayos del sol que iluminaban unos largos estantes de madera en donde se
hallaban desparramados cientos de libros ya cansados de tanto hablar. Pero
nada, no pude encontrar la famosa feria. ¿La abre soñado? De seguro me topare
con ella otro día en que ya no le ande buscando y me será inevitable detenerme nuevamente
a ojear algunos libros. Y quizás de nuevo se me olvide donde está.
Platón
Erase una vez un buen hombre que discriminaba a las mujeres y que tenía relaciones pedófilas con varones jóvenes. Escribía acerca de diálogos con sus alter-egos, al que más quería lo llamaba por Socrates, y que profetizaba que existía un mundo de las ideas afuera de la caverna en la que nos encontrábamos todos nosotros. Pobre, no sabía que afuera de la caverna sólo existe otra y otra y otra caverna más en un eterno retorno. No sabía que en realidad no era un humano sino un hamster digital parte de una animación de un blog en el que escribía a veces un idiota espinilludo, que de paso también vivía en una jaula pero mucho más agradable para vivir que la de un hamster, claro esta. ¿Pero que importa la realidad no?
Ratas
Siempre he tenido un respeto por
los libros usados. Pareciera que mientras más años tienen, más sabio son. Pero
ahora ya nadie respeta nada. Ahora es difícil encontrar libros así en Santiago.
Con todo esto de la internet, la “era digital” y esa manía por lo instantáneo
ahora los viejos libros son tratados como pura chatarra que ocupa espacio no
más, si fíjese que incluso el otro día andaba por Mapocho y vi correr por el
río uno bien grueso que llevaba “Ratas” inscrito en su portada, Imagínese usted.
¿Mayoría silenciosa?
Las únicas mayorías silenciosas
que conozco son las que van en el metro apretadas hasta el cogote casi sin
oxigeno en pleno horario peak. Que por lo demás, siempre terminan sacando la
voz minutos después apenas se abren las puertas.
La dialéctica negativa del vómito
Siempre se ha discriminado al vómito, así como a la fiebre o a la hiperactividad. Se les a exaltado sus rasgos asi como al que usaba lentes en el colegio lo acusaban de ser un abominable monstruo de cuatro ojos. Pero el vómito no es lo que aparenta, es más, es algo bastante increíble, porque cuando estas en esa sensación de asco al ver los granos y los choclos en el cemento comienzas a sentirte bien. El vómito es cómo una liberación asquerosa, asi como los peos o los flatos, pero que curiosamente te incita a volver a apresarte. Expulsas todo y quedas en un vacío, por cierto no existencial. Tal vacuidad te impulsa a ir a tu refrigerador a volver a comer algo que quién sabe... volverás a vomitar en cierto instante. Y paf! vuelves a ser libre pero también vuelve el deseo de no serlo.
“Ser un nihilista es distinto de ser un nietzscheano” le
decía con mi voz de pseudo intelectual. Mientras ella agitaba el Ketchup. Ah, pero igual eres un fatalista de
mierda entonces… Mi única fatalidad es no poder darte un beso ahora. ¿No puedo?
¿Dónde quedó mi voluntad entonces? Si en verdad fuera un nihilista sería el
peor de todos. Ni siquiera me alcanzaría para ser un nihilista pasivo
inclusive. ¿Qué me detiene? ¿Por qué tengo tanta resistencia si mi yo todo lo puede? ¿Qué acaso no es
universal el querer? ¿Qué podría parar el desenvolvimiento de este espíritu
absoluto? Pero… ¿Cómo cresta se quería? Lo he olvidado. Si algo no he olvidado
al parecer es a olvidarlo todo. He olvidado darle de comer a Platoncito. He
olvidado desordenar la cama. He olvidado taparme los oídos y llorar. He
olvidado que tenías unos ojos tan lindos. He olvidado lo cliché que suena lo
último que olvidé. Más que una nihil es un “dedisco” tan desolador y frío como una lagartija. Y sí,
soy un “dedista” o algo por el estilo. Más que un vacío o carencia entonces es
una suerte de añoranza por el no olvidar, paradójicamente, un recuerdo cálido del recordar, una nostalgia de cuando uno podía. Que
alguien me enseñe a recordar, recordar cómo amar, cómo vivir, cómo respirar, cómo
soñar contigo. Que… Alguien, etc. Más que desesperación, porque justamente
también olvide como estarlo, es una nostalgia como decía antes. Cómo comer un
completo sin desparramar por todo el plato. Sí, en parte soy un fatalista de
mierda, le respondí mientras tomaba el vaso medio lleno de jugo de frambuesa.
Luego de comer, su “maestro, la cuenta” y cada uno por su lado. Como hubiese
querido haber olvidado antes de estar frente al metro cómo irme de ahí, su linea 1 y luego combinación en estación Los Héroes, pero claro, si de algo no me
acordaba era de precisamente lo contrario, cómo quedarme, como quedarme con
ella.
En ese instante cuando escribir sobre las soledades se te vuelve un sin sentido no por la superación sino por lo recurrente, ahí estaba yo. En el minuto exacto en que te ves a ti mismo, en ese desdoblamiento que te viene al despertar sudado y lacerado, en ese que observas como una cosa en posición fetal oculto por miles de sabanas mirando la luna de su ventana deseando que fuese de queso o al menos que se pudiese convencer de que lo es, ahí estaba yo. Cuando ya te hartas de estar harto pero, por sobre todo, cuando ya sientes el hastío de escribir esas mismas palabras una y otra vez, ahí estaba yo. ¿No estaba ahí en lo cierto? ¿De que todo se trata de convencimientos? ¿De que nada existe, salvo nuestras conciencias aisladas unas de otras, salvo mi conciencia y nada más mejor dicho? No lo sé, hubo un momento en que ya me daba lo mismo esa cuestión de la verdad, ese ya no era el punto. Alcanzar la verdad, en ese sueño idílico yo no estaba. Estaba agobiado pero no por ella, sino por que quería encontrar la forma de cómo liberarme de la pregunta punzante por la verdad ya, ahí sí estaba yo. Y claro, preguntarse por el cómo salir de la pregunta resultó ser más difícil que responderse la propia pregunta. Pensamos para no pensar más. Con esa oración estaba yo, que venía a mi cuarto y se sentaba en el piso al lado mio, me saludaba y sonreía como una niñita, feliz de ser ignorante pero ignorante de su felicidad, esa misma sonrisa que siempre he intentado reflejar en las mujeres con las que he estado. Le convidaba un cigarro y nos poníamos a hablar de la vida, ahí estaba yo, muriendo con la oración a pesar de que esa oración no envejecía nunca, al contrario, se volvía cada vez más bella, jodidamente más bella. Pensamos para no pensar más continuamente me decía lo mismo al oído “Matías, tu piel se esta poniendo negra, ya no digas nada más”… Y luego de eso se desnudaba rápidamente como si el mundo se fuera a acabar, hacíamos el amor con cigarro en mano, con el sudor del despertar y el hacinamiento de la habitación. Nos hacíamos y sentíamos uno. Hombre-oración y a la vez unos animales irracionales. Todo en una misma oración y a la vez pensada por algún alguien. Pensamos para no pensar más, en vez de gemir, al principio partía con un murmuro lentamente de su nombre para acabar con desaforado y desgarrador grito ¡pensamos para no pensar más! Y se caía inerte a la cama… Ahí estaba yo, al lado de una oración cansada de estar tan viva en la cama de mi mente. En ese instante, en ese ahí, yo siempre me quedaba dormido y amanecía solo, con la cama fría y con las cenizas desaparecidas de aquel cenicero roto. Pero hubo algo, ininteligible quizás, que hizo venir al zorzal de la curiosidad posarse a mi ventana preguntando por el qué pasaba después de ese ahí, en definitiva, desmarcarme de ese yo de ahí rutinario y afligido por el amor o el error.
Acá estoy yo, ya sin el misterio de la ausencia de las cenizas por la mañana. A eso de las 3:46 de la mañana bajó de los cielos No puedes dejar de pensar para llevarse a la Pensamos para no pensarmás quizás a qué lugar. La tomaba de los pelos pero aun así ella no despertaba o tal vez no quería despertar ya. Lo increpe no sé muy bien por qué pero le dije que no se la llevará, que ella era feliz conmigo. Pero de ahí me pregunto algo que me dejó mudo ¿Y tú eres feliz con ella?... Ante mi silencio dijo con odio algo así como “cada noche vuelves a estar con ella y cada noche vengo yo a sacártela de la cabeza pero aun así vuelves a pensarla, vuelves a darle un maldito cigarro… No eres más que apariencia” y se fue por una estrella fugaz en la noche que ya anochecía. Eso último no lo entendí muy bien, no comprendo aún qué hay de malo con ser apariencia, que es distinto a aparentar claro esta; pero todo eso anterior me dejó helado como esa sensación al hacer un acorde mal hecho, de no saber si volver a hacer toda la canción o continuar simplemente pero con la expectativa de una buena actuación sepultada. Acá estoy yo, repensando esas palabras de No puedes dejar de pensar ¿Por qué?Bueno porque soy un hombre, un humano, una persona después de todo. ¿Pero lo soy? Por años lo he asumido, y con ello he asumido en mí todas las significaciones que otros le atribuyen a esas palabras también. Acá estoy yo, siempre he tenido la cura delante, acá justamente. Era todo tan simple No puedes dejar de pensar. Es más dulce asumir el no poder que el vivir en la contradicción del poder para no poder más. Es más sano estar loco, que volverse loco buscando alguna especie de sanidad mental. Asumir, convencerse, creer, no cuestionar aun cuando uno sabe que en su interior puede y claro que puede hacerlo. Era todo tan simple, es todo tan sencillo. Pero… Al parecer lo único que puedo asumir, de lo único que me puedo convencer, en el único ideal en que puedo creer, lo único que no puedo poner en duda es nuevamente que puedo dudar, asumo que lo propio de mi dar nada por asumido, de que estoy convencido que todo se basa en autoconvencimientos, que la única utopía posible es la de creer algo, curiosamente. Acá estoy yo, hablando puras cabezas de pescado sobre cómo yo estaba ahí . Dejo de escribir será mejor, se ha sentado nuevamente a mi lado Pensamos para no pensar más con un gran “hola querido” y ahora se puso a besar mi cuello, no hay quién pueda pensar así.
"Se confutan y se impugnan las opiniones. La diferencia entre los dos primeros verbos consiste en que el que impugna lucha, y el que confuta vence."
En estos tiempos carentes de totalidades, constituido por apariencias fantasmagóricas, por la excesiva realidad y por lo ininteligible de nuestra naturaleza humana, sólo nos queda confiar riesgosamente en la existencia de ese confutar, ese que no aspira a ser verdad, ese que vence el cinismo cínicamente, ese que vence para no tener que vencer más.