La Sussy entró ese día a la sala como una diosa. La chiquita tenía un buen poto, unas gomas no tan grandes pero que a mi gusto eran suficientes te diré, aparte que ese detallito no era nada comparado con la linda carita que mostraba siempre, que siempre se hacía notar con sus sonrisas. No soy un buen escritor la verdad, todo el mundo me lo dice, pero necesitaba escribir esto en alguna parte. Recuerdo, ¡qué recuerdo! recuerdo que se sentó al lado del guatón miguel, gordo maricón siempre se juntaba con la sussy, el muy perla, todos pensábamos en el curso que era fleto, que ser amigui de alguien así no podía permitirse. En ese tiempo yo estaba bien sólo y hace harto que no le veía el ojo a la papa. Me acuerdo que el guatón le iba a convidar de un chocolate que tenía en la mochila, desde lejos se veía bien sucio y arrugado. El metro se encontraba lleno, la felicidad de haberle ganado a Argentina era latente aún en las challas esparcidas por todo el suelo del vagón. Increíblemente pude encontrar un fierro del cual agarrarme en medio de esa turba de gente. La Susana se encontraba despeinada de tanto saltar y gritar de alegría, habíamos jugado bien pero nunca tanto, no fue un merecido triunfo pero es una victoria de todos modos. Se veía especial esa noche, había un brillo en sus ojos que le daba un tono de dulzura, como un aura de belleza que no rayaba en la castidad, claramente, pero que hacían a uno sonreír inevitablemente. La deseaba, pero sólo un poco. Sólo debía evitar mirarla. El tren se remeció fuertemente como una serpiente, de un lado a otro ondulando en las vías. Se escuchó un chirrido metálico cuando de pronto la sussy se volteó a mí con su chocolate en la boca, era rica y lo sabía, y sabía que yo sabía eso, y sabía que yo la quería, y sabía, en fin, muchas cosas. Recuerdo que ahí la odie de una forma, me emputecía que jugara conmigo. No. Me emputecía que no sólo conmigo jugará sino con medio curso, todos menos el guatón miguel que el muy barsa se había apoyado en su hombro mientras de su mochila sacaba un aparente pan envuelto en servilletas. Maraco, su mamita se lo debe haber hecho con mucho amor. ¿Amor? No, no es amor lo que sentía por ella en ese entonces, es sólo que cuando vas en el metro, con las ventanas al mundo exterior abiertas, observando como los autos se permanecen estancados, como la cordillera se despide del día y como la noche comienza a hacer su relevo, es cuando se te interpela y te transformas en ese paisaje, te vuelves oscuro, paralitico y frío, pero a la vez sensible, abierto y expectante de que algo suceda, que esa brisa congelante de afuera te golpeé de sopetón con un: dame un beso o algo parecido, es sólo eso que pasa cuando nos transformamos en nuestro entorno de manera inconsciente quizás. Pero Susana seguía ahí sin inmutarse quizás que estaría pensando…Me gustan los unicornios y los brownies. Me gusta el chocolate derretido encima de helado de crema con galletas y me gusta el calor (ahora hace frío) o algo así de seguro. Como desearía pensar en esas cosas y no en todas estas porquerías, como desearía no pensar si quiera un poco, pero no puedo mirándola a los ojos, no puedo sino pensar como sería el mundo sin ella. No podría imaginarme como sería la clase sin su presencia. Ese chocolate. Que se derretía en sus labios lentamente al son de sus ojos verdes que cantaban una canción al pasado. Guaton culiao, como deseaba ser su amigo, que me contara sus cosas, saber que pensaba, no sé, algo que la desnudara con una pizca de ilusión. Esa cosa que estaba ahora sufriendo porque su pan estaba lleno de hongos era su amigo, ese mastodonte sudoríparo, esa morsa de gran estomago era su amigo y yo sólo era un mirón más. Ya estaba cansado de ser su amigo, no quería serlo más. Estación Esperanza. Tan sólo quería decirle que me gustaba, pero sólo un poco, que qué se podía hacer con eso. No sé, algo así. Que al menos lo supiera, de lo contrario dudaba que pudiera sacarme esa idea fija y recalcitrante. Oh Susana. Oh Sussy. Ahí fue cuando me dijo – ¿hola, quieres un poco? Y tomando el pan del guatón me lo entregó coquetamente. Qué manera de jugar con uno. Nuevamente se tambaleó el metro pero esta vez tan brusco que se cayeron todos los pasajeros, el mundo pareció caerse hacia un pozo sin fondo, se hizo noche al segundo y se escuchaba como se trituraba todo. Yo apresuradamente me lo comí con hongos, cosas verdes y todo. Estaba rancio pero al menos le saque una sonrisa.
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