Hace unos meses atrás hablaban en el diario unos destacados psicólogos respecto a los rumiadores. Los definían como aquellas personas que dan más de una vuelta a todo lo que les acontece cotidianamente, es decir, de esas personas que deambulan por la nada, absortos de ese mundo traicionero, pensando. Tan sólo pensando. Porque verdaderamente no existe delito en pensar, pero si es un oprobio temible el ir caminando y pensando a la vez. Son de esos que viven atemorizadas, con una sombra que las persigue detrás pero, sin embargo, en ningún momento optan por darse vuelta y descubrir que en realidad no hay nada allí atrás. Desdichados aquellos, proferían, porque la melancolía y la pena es para ellos. Según sus estudios cuantitativos, los rumiadores poseían altas probabilidades de contraer algún cuadro depresivo y agónico, inclusive el suicidio. Son como aquellas ratas que por instinto acarician y palpan continuamente un mismo objeto en sus manos, de una manera acelerada y desmedida, aun siendo un fatal veneno. Y los trabajos eran concluyentes. No tienen cura. Mientras andaban logrando inyectar no se que cosa en el ADN para formar persona más felices, esta nueva decadente especie de humano se hundía en lo más profundo del abismo del continuo y excesivo pensar, para la tranquilidad de la generalidad obviamente ya que solo constituimos un despreciable 5% de la humanidad. Estamos condenados a morir. Sí, eso ya lo sabía. Estamos condenados a acabar. Estamos atados a dejar la humanidad para siempre entre medio de pomposas vidas de placeres y pasividad, de deudas y de sistemas auto adquiridos que hoy, sólo en las sobremesas rechazamos. Nos creíamos libres. Pero resulta ser la escoria de la cual se deben desechar. Yo no muero, a mi me matan. Y ni siquiera me dan el derecho, la poca cosa llamada derecho, de ser yo quien me mate. ¿Qué no tenemos cura? Para que la quiero si de falacias viviría... ¿Qué nos vamos a morir dolorosa y horriblemente? No hay peor dolor que vivir huyendo de ese amargo final. Así que si me ven caminando por la calle como en otro mundo, no me despierten que no hay mejor lugar para pensar que en el propio.
3 Confutación(es):
Creo que les llaman "filósofos" también.
Un abrazo
La verdad está en una estructura arquitectónica realmente monumental con coordenadas bien específicas. Lamentablemente son estos rumiadores aquellos que llegan a la gran pieza de arquitectura y no logran entrar en ella, sino que prefieren mantenerse observando y describiendo la paredes de la vivienda, sin parecer entender que lo que buscan está adentro, a la distancia de una inyección de felicidad.
q siga escribiendo!
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