Me levante a las 2 de la tarde, luego de haber soñado lo más hermoso y confuso de mi vida. Sabía que estaba durmiendo pero a la vez quería creer que era todo real. Fue extenso y duradero, tanto así que tuvo varios capítulos si lo hubiera podido segmentar. Pero en cada uno, algo tenían de particular. Aunque las nimiedades ya no las recordaba cuando me despertaron. ¡Matías, despierta, a comer! Abrí los ojos con una sonrisa y con los pelos bien revueltos. Estiré mis brazos y ya no podía capturar como era ella, la del sueño. Ofuscado por el aparente alzhéimer me vestí con las mismas prendas del día de ayer, me lave los dientes como solía hacer. Me tome mis vitaminas de siempre y me senté a comer. Mi madre constantemente me mandaba de nuevo al baño para lavarme la cara y peinarme un poco. Luego mi padre comenzaba con sus discursos de meras fantasías que nunca logró concretar y bueno estaba en mi naturaleza increparlo cada vez que se hacía pasar por sabio o por loco. Mi mamá me pidió la ensalada y yo ya no la escuchaba. ¿Matías, te pasa algo? No, no, es que había soñado algo tan hermoso, tan increíble que quería hacerlo un cuento, pero ya no la recuerdo. Creo que era sobre la PSU. Sobre mi futuro, de lo que nunca seré, de lo que siempre querré tener, de lo aparente y no tanto de la vida, en fin, un gran sueño. Mi madre, que solía asustarse cuando decía cosas muy profundas, sólo me pidió que me relajara un poco. Después de todo, es un poco obvio hijo que hayas soñado algo interesante, si dormiste más de 15 horas. Flojo, irresponsable, inútil. ¿Te tomaste tus pastillas?... Ya no lo recordaba bien. Poco me importaba la verdad porque ahí ya estaba comenzando el dolor. Una molestia tan intensa que tome apresuradamente mi vaso de coca-cola light con el anhelo de lavar y purificar todo mi cuerpo del malestar. Me sentía afiebrado. Y fue peor, me asfixié con el líquido negro, cayendo al suelo por la agonía. Mis padres se acercaron con el pánico fluyendo por sus venas, que comenzaban a apretarse debido a la adrenalina del momento. ¡Hijo! ¡Matías! ¡Hijo! Yo ya no los veía bien, sentía un dolor tan grande que trataba de agitarme lo más posible para zafarme, sentía un ardor generalizado a tal punto que me quemaba. Veía llamas salir de mi piel que se agitaban en una completa vesania. Mi papá corrió a la cocina a buscar agua pero nada lograba apagar las llamas de mi dolor. Quería decirles, quería gritarles, lo que nunca antes les pude proferir pero ya mi garganta no me lo permitía. Mi vista se perdía en el cielo. El dolor llegaba a ser tormentoso. Mis piernas, mi pecho, mi cara, todo se quemaba al son de mis represiones. Finalmente aparecía ella, Constanza, la de tiernas y pálidas mejillas, esa niña que cautivaba entre juegos y miradas toda mi vida. No sabía que decir, y le pedí su perdón. Nada más que su compasión. ¡Lo hice por ti! Cuando en esa milésima de segundo irrumpió a mi mente un día de clases como todos, en que alguien del banco de adelante, me preguntaba por quién pensaría antes de morir. Ahora que me encontraba a punto de expirar, sólo la veía a ella, la inmaculada en medio de un fondo color carmesí por las que mis pupilas, ensangrentadas acababan. Una lágrima corrió por mis mejillas apaciguando toda flama de mi cuerpo ennegrecido, cuando ya en mi alcoba eran las dos de la tarde en punto.
2 Confutación(es):
Me alegro que mi pregunta haya quedado rebotando en tu cabeza.
Buen escrito
Un abrazo
PD: ¡Es facista!
el wn enamorado
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