Venía con el corazón anudado mientras caminaba. ¿Qué pensará? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Qué estará deseando conseguir con todo esto? ¿Cómo decirle lo que quería decirle después de tanto tiempo? Repasaba una y otra vez posibles guiones para decirle un "lo siento". Se compró un té, se sentó y se puso a mirar su celular. En su burbuja tecnológicamente asistida se fue calmando, hasta que escuchó un ¿Claudio? Vaya que estás igual. ¡Mane! Cuánto tiempo, tu si que estás igual. No has cambiado nada... ¿Eso era algo bueno o algo malo? Poco importaba ya. Hablaron de cómo se encontraban sus familias, amiges y cercanes. De cuánto tiempo habia pasado en ellos. De tantos personajes que se habian enredado -y desenredado- al encontrarse esos dos. Todo seguía igual, los nudos seguían haciéndose y deshaciéndose. Las mismas sonrisas, gestos y miradas. Ella deslizó un viaje cercano con su actual pareja al sur. Él de sus proyectos de vivir en Estados Unidos con su actual pareja. Ya no tanto el cuánto sino el por qué el tiempo les había pasado, era la pregunta que se hacía. Ya me debería ir, dijo ella, no tengo mucho tiempo. Tiempo, tiempo, siempre el tiempo. A lo que rápidamente respondió un "espera, te debo un lo siento". Un nudo lentamente se desamarraba al escuchar un "gracias, que bueno que me lo digas". Se entregaron sus respectivas fotos, la excusa material del reencuentro. Se despidieron y todo siguió igual. Las lineas siguieron caminando.