Un punto. De él surgen unas delgadas y casi invisibles lineas que van marcando los tejados y veredas de esta bella ciudad. Se alzan los edificios con sus contornos perpendiculares a los trazos del dibujante. Perspectiva. Se situan diferentes elementos en diferentes distancias. Se forja una hilera de casas que acaba con una vacía plaza a la derecha. Qué haré con ella. No lo sé pero se conforma una esquina. Una esquina. Que dependiendo de donde se le mire puede forjar otro punto y comenzar todo este juego otra vez. No, que asqueroso sería tal enredo. Surge una iglesia en la esquina con sus grandes gárgolas aborrecibles y respetables de una arquitectura exquisitamente contemporánea con reminiscencias de modernismo, un toque de la escuela de Bauhaus y sencillamente su atrocidad dada por Gaudi. Todo se complejiza, pero a la vez su por qué no deja de ser el mismo. Un punto. Se volcán nuevas lineas en la esquina, marcan los mínimos y máximos de una esfera que se va conectando con un torso, unas piernas, unos brazos y una cintura, toda de negra. Me he creado al fin. Un punto falso. Porque del hombre aparecen muchas lineas más pero que solo las divisa el hombre. Cree nacer todo de si. Iluso. Un punto que forja un pseudo punto que se olvida del punto inicial. (;) Desdichado se ve, me veo, te ves. Parado en la agonizante esquina. Nuevos trazos surgen y conforman un auto gris que conduce a muy leve velocidad. Se detiene frente al sujeto, frente a mi, frente a usted. Súbete, tengamos sexo; decía una señorita al interior del asiento de atrás. Se subió, me subí, te subiste y comenzó a andar el auto sin ningun conductor, (a andar el autor sin ningún hilo conductor). Paramos en un motel. No me importa saber quien eres, mi nombre es Soledad; Soledad Vargas. ¿Soledad de vergas? ¡No! Soledad Ver.. digo Vargas. V-A-R-G-A-S. No tienes porque herir mis sentimientos, no podrías además. Suena un Jazz de fondo, el viejo tocadiscos todavía funcionaba. Ya los trazos de la mujer no se veían, sólo se notaba como su piel se desnudaba lentamente y se sacudía en un frenesí, de eso se trataba la vida. Se desabrocho el sostén que era de aquellos que se hacia por delante, lo que comenzó a revelar lentamente sus tiernos pechos. Con un brazo ocultaba sus senos mientras con la otra se disponía a bajarse los calzoncillos, digo calzones o collales. Unos rayados color negro con esos finos bordes de mil flores diminutas. Cayeron suavemente al piso manchado de quizás que cosas y Soledad comenzaba el ritual. Se acerco a él y le tomo una mano para llevársela a su vagina. Yo sabía que tenía que hacer y no era nada tonto, había que actuar. Así me gusta. ¿Te gustan mis pechos? Tú respondías que sí tímidamente entonces él la tomaba de sorpresa y la tiraba contra la cama, le abría las piernas e introducía su miembro de un viaje, se movía de un lado a otro con gran presteza en un delicioso vaivén irrepetible. Al cabo de unos treinta segundos, no me podía aguantar las ganas y el deber de eyacular. Perdona le dije, soy Aries. Se rió y me hirió mi orgullo así que salí de la habitación y me escondí en el hall mientras tu la tomabas del brazo y le enseñabas lo que era el buen sexo. El punto ya se había olvidado, ya no tenia sentido en esta historia. Así que enfurecido, tiró trazos por todos lados atravesándolo todo. Él murió al instante. Lo hice con Soledad antes de irme. Tú sabes que al día siguiente despertaras en tu cama solo, vacío pero ocupando espacio, pero respirando, como todas las noches lo has estado, y sentirás la sensación de crear, de inventar(te) un nuevo mundo, un nuevo punto de escape, de fuga.