Me suicidare. Tu tienes toda la culpa. Todo este sufrimiento es gracias a ti. Me decías que me leias todos los días ¡pero como puedo saber eso!. Me prometiste comentar mis cuentos, generar lazos de criticas, de compañía, de humanidad. Pero nada de eso he visto. Solamente recuerdos baratos de cuando juntos nos conectábamos sin vernos. Te odio; sí, te odio. Es que cómo podre existir si tú no me lees. Como podre ser si tu no estas ahí siguiendo estas lineas. Sin embargo, lo cierto es que lo estas ahora. ¿Pero para qué? Ya nada me queda, todos se han ido o quizás yo me aleje de todos, son redundancias que no influyen a la hora de decir: no están juntos. Es que ese dolor punzante del no estar es lo que más me arde en mi interior. Pierde de todo sentido y lógica escribir si no estas. Se que me he puesto melodramático e incluso un tanto exagerado, pero que esperabas si ya no me lees. Yo a diferencia de esa buena persona, quiero que te arrepientas. Que mi dolor sea tuyo en carne propia y que al darte cuenta que ya no estoy, tu tambien no estes jamás. Ya no seras el mismo de siempre, y no tendré que hacer nada nunca más. Nada. Tan sólo convertirme en un recuerdo vago de una ficción mal nacida. Quizás nunca estuvimos destinados. Sólo era un contrato tácito de por medio que te obligaba a la acción, a leer mejor dicho. Pero sabes, tu también eres una ficción. Eres parte ahora de mi ficción y quizás yo ahora no esté, probablemente esté con un tostador en la bañera o de un techo colgando con la lengua afuera pero lo que me mantendrá tranquilo aunque no esté, es que tus días estarán contados. Ciertamente, yo te he creado, tu has sido mi máxima satisfacción sin saberlo obviamente. Porque al momento de soñar estas palabras, fuiste imaginado. Ahí fue cuando comenzó todo. Tú fuiste el principio de todo. Para ti inventé todo este reino de sueños, fantasías y omisión. Fuiste la piedra de todo y a la vez sin ocupar espacio alguno. Ahora lo comienzas a entender. No soy yo el que muere con un punto final. Es el observador, el ajeno, el prójimo, el "real", quién fallece. Pues no existes realmente. Sólo yo. Y al romperse el lazo, tú eres quien nunca más reaparecerá, ya que las palabras nunca se borran ni se olvidaran. La vorágine de la creación vuelve a comenzar una y otra vez hasta nunca acabar dejándote completamente atrás, abriendo la puerta a otro lector que me quiera de verdad.
Adiós y hasta nunca más.